“La escolopendra puede inocular un potente tóxico con sus mandíbulas”. (1)
Por primera vez en nuestra vida pasamos la Semana Santa en nuestro hogar de la Isla de Margarita. Esto es algo que hemos evitado, porque siempre nos ha parecido contraproducente para el equilibrio pacífico de nuestras almas. Hablo de ir a la playa con millones de personas que toman, gritan, escuchan música a todo volumen y en definitiva deciden divertirse bajo el concepto “exagerado”, en mayúscula, de la palabra “RUMBA”.
“Veinte pares de patas, antenas largas y dos ápices caudales en uve completan su aspecto… Con ellos este miriópodo proclama su potencial peligrosidad”. (2)
Entonces nuestra Semana Santa fue disfrutada en “contra flujo” : es decir fuimos a la playa a las 8 a.m. y regresábamos a casa a la 1 p.m. Cuando el resto de los mortales estaba recién llegando a la playa.
“De hecho su picadura resulta muy dolorosa. Nada, en cualquier caso, si las comparamos con las de sus parientes de otras latitudes, sobre todo tropicales, que pueden resultar… … …” (3)
Contamos además con la estupenda visita de nuestra amiga María Auxiliadora (alias Pachencha). Entonces el ritual de la 1 p.m. para nosotras era tomar un traguito en el porche, charlar afanosamente, mientras mi Achunga se esmeraba en la cocina con habilidad histriónica. Concentrado en el fogón como quien dirime que jugada estratégica debe ejecutar en un tablero de ajedrez… La entrega de mi Achunga al cocinar es TOTAL –le comenté a Pachencha-.
…”MORTALES”. (4)
No lo puedo creer: “esos bichos son: mortales, mortales, mortales”. Esta palabra redobla HOY en mi cabeza.
En mi larga pierna sentí el agitado andar de un batallón de cucarachas, y sirviéndome de mi afortunado instinto reflejo opté por “eyectarlas” a todas al vacío. Ohhh ohhh, no eran cucarachas… era una ENORME, IMPONENTE Y VENENOSAMENTE MORTAL escolopendra.
El grito fue tan grande que mis vecinos, el Dr. Salazar y su esposa, salieron de su casa ante la señal de alarma. Pachencha optó por ir a buscar un cuchillo en la cocina… Salió con él en la mano… Mientras yo contorsionaba del susto. El Sr. Salazar sacó una escoba “afilada” y atinadamente, a punta de golpes y después de unos 15 minutos, dio muerte a este INFAME visitante de apariencia prehistórica. Pachencha permaneció con su cuchillo en la mano, con la cara congelada de quien espera al asesino en un film de terror.
Y mi Achunga???? Mi Achunga seguía cocinando, impávido... como un autista.
(Estoy pensando en divorciarme de ti… “Hasta que la muerte nos separe” … Achunga, te lo aclaro: no nos casamos por la religión católica. Así que podemos separarnos antes de que estire la pata: “ponte las pilas pues”).
(1) (2) (3) (4) Cita textual de la página web www.nccextremadura.org